Hace tiempo que intento encontrar un patrón común entre los aprendizajes que desarrollé a lo largo de mi vida. Desde pequeños, todos experimentamos situaciones que tienen como consecuencia aprender algo. A veces, esas situaciones son planificadas, sistematizadas, es decir, alguien tiene la intención de enseñarnos algo y por ende nosotros aprendemos. Otras veces, el aprendizaje surge espontáneamente. No fue previsto. Simplemente aprendimos algo en un escenario sin habernos anticipado al proceso. Estas dos situaciones, polarizadas entre sí, tienen algo en común. La necesidad. No importa el por qué ni el cómo, sino el para qué.
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A quienes son docentes, profesores o entrenadores seguramente, en algún momento, sus alumnos o jugadores les hicieron esa pregunta que a veces es difícil de responder: Profe… ¿y esto para qué me sirve? Es la pregunta que nos mueve el piso y que nos hace replantear la utilidad de lo que estamos enseñando.
¡Y qué problema si no podemos explicarles “para qué les sirve”! ¿Qué está buscando el alumno o jugador al preguntar eso? Encontrarle una razón a la necesidad. A veces, cuando el contenido, habilidad o saber a enseñar esta prescripto en el currículum o en la planificación y no le podemos dar un fundamento, la necesidad será exclusivamente el hecho de aprobar la evaluación. Ojalá esto suceda en el menor de los casos y casi siempre podamos dar cuenta de que lo que estamos enseñando tiene una utilidad. Y cuando hablo de utilidad no lo digo exclusivamente en términos productivos. Sino en el sentido más amplio de la utilidad. A veces aprender para disfrutar es también encontrarle una utilidad al aprendizaje. Quien aprende, por ejemplo, a tocar un instrumento musical de grande, quizás lo hace por la necesidad de disfrutar un momento de ocio a través de la música. Esa utilidad es tan genuina como la que nos ayuda a resolver un problema a través del aprendizaje.
Ahora bien, yendo exclusivamente a nuestro rol como entrenadores deportivos, ya que de eso se trata este espacio, me pregunto ¿qué aporta interpretar que un jugador aprende por necesidad? ¿Debo considerar esta teoría para diseñar mi metodología de enseñanza? Creo que partir desde esta hipótesis nos invita a adoptar un rol que se asemeja al del experto en marketing. Estos profesionales son especialistas, en muchas oportunidades, en crear una necesidad ficticia para que alguien compre algo que en realidad no necesita. Al menos en ese momento. Lo mismo sucede con un jugador que no reconoce la necesidad de aprender una habilidad o un concepto de juego. Si yo me propongo que aprenda algo por imposición, sin crear un entorno que ponga al jugador frente a la necesidad de aprenderlo ¿por qué lo haría? La única respuesta en esta situación sería por la obediencia a su entrenador. Ese aprendizaje, forzado, carente de un contexto y solamente planteado desde una relación de poder, será un aprendizaje vacío, efímero y superficial.
Retomando la idea del experto en marketing, diseñar un escenario ficticio que demande al jugador la puesta en práctica de la habilidad o el concepto de juego y que le ayude a resolver el problema. Estos escenarios deben ser planificados con una intención clara por parte del entrenador, de manera tal que el contenido a enseñar quede en evidencia, se exagere y se repita una y otra vez durante la práctica. Ese escenario debe ser pensado en detalle y en lo posible planteado dentro de una progresión que vaya aumentando en complejidad a medida que el jugador aprenda a resolver las situaciones que la propuesta demanda.
Estamos a cargo de un equipo cuya característica principal es la dependencia del dribbling para conseguir anotar. Ofensivamente abusan de la utilización de este recurso para conseguir ventajas, ya sea a través de penetraciones o generando lanzamientos exteriores creando espacios a partir de este recurso. Hasta ese momento, los jugadores consiguen resultados positivos, sin embargo con el pasar del tiempo, los rivales detectan esta situación, ajustan la defensa sobre este estilo de juego y comienzan a tener dificultades.
Allí se produce un punto de inflexión y su entrenador les plantea un escenario para que identifiquen la necesidad de aprender a jugar sin balón: propone situaciones de 1vs1 desde 45°, en donde con la utilización de un pasador en el corner y otro en el eje de campo, deben intentar conseguir anotar con cantidad limitada de dribblings pero pudiendo utilizar en cualquier momento el apoyo de los pasadores.
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Este es el escenario por excelencia para hacer que los jugadores se enfrenten con la necesidad que, hasta ese momento, no habían reconocido. A partir de esta situación, su entrenador planificará un proceso de creciente complejidad de, por ejemplo, enseñanza de formas de desmarques, de recepciones, de lanzamientos a partir de catch-and-shoot y por consiguiente de todos los conceptos defensivos que contrarresten a estas situaciones para alternar, entrenamiento a entrenamiento, entre la mejora ofensiva y defensiva con el objetivo de elevar el nivel de juego del equipo.
Los niveles de complejidad de este escenario pueden ser tantos como la creatividad del formador le permita planificar. Al principio, la cantidad de pases a los dos pasadores será ilimitada y aún el dribbling estará limitado en cantidad pero permitido al fin. Luego, se reducirá la cantidad de pases a los pasadores para lograr aumentar la eficiencia en los desmarques. Posteriormente, se prohibirá el dribbling para construir exclusivamente la ventaja a partir del juego sin balón. Y por último, se eliminará un pasador, para que solamente pueda sacar la ventaja utilizando uno de ellos.
En definitiva, la creación y el diseño del escenario con una intención clara por parte del profesor hará que el jugador reconozca la necesidad de aprender a jugar sin el balón y nos dará la posibilidad de que los saberes a enseñar para poder resolver el problema sean realmente significativos para esos jugadores.
Al fin habremos respondido esa pregunta tan compleja… “Profe ¿y esto para qué me sirve?”.
por Pablo Genga
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