Estamos terminando el año y, sin dudas, es necesario interpelar las nuevas reglas que se implementaron en nuestro país para darle un marco al mini básquet: cambio de edades, posibilidad de que un solo jugador juegue todo el tiempo, tiempos de posesión limitados, imposibilidad de realizar ayudas defensivas, tiempo extra ante igualdad en el marcador y la competencia con formato de campeonato, entre las más destacadas.
Medir el impacto de cada una de las modificaciones reglamentarias se vuelve una necesidad impostergable. Me surgen algunas preguntas para compartir: ¿qué análisis, en relación con el aprendizaje profundo, se está realizando? ¿Qué aspectos del juego se mejoraron? ¿Se incrementó la cantidad de jugadores? ¿La idea central del mini básquet —no especializar jugadores en estas edades— se observa en la cancha? ¿El “competir bien” le está ganando al “ganar” o viceversa? Alejarnos del Me parece y acercarnos a los datos nos permitirá seguir revisando, mejorando y proyectando nuestro mini.
Es oportuno aclarar que las reglas son el juego: le dan marco y límites, cuidando que fluya. Si la regla se cae, el juego también. El problema, desde mi óptica, aparece cuando le pedimos a las reglas que nos resuelvan las herramientas (técnicas, perceptivo-decisionales, tácticas, motoras, comunicacionales, estructurales y vinculares) que el juego demanda. Esto no funciona así.
Poner el foco en enseñar es el camino para potenciar a nuestros jugadores, enamorarlos del juego y darles la posibilidad de que la pasen bien y aprendan. Desde esta mirada, surgen otras preguntas: ¿Cómo abordamos didácticamente la heterogeneidad de nuestros grupos? ¿Planificamos nuestras prácticas? ¿Utilizamos rúbricas buscando evidencias de aprendizaje? ¿La presencia de lo analítico y su aplicación en el juego está equilibrada? ¿La competencia que presentamos incluye o deja afuera a los que “todavía” no juegan bien?
Las reglas, los objetivos, las situaciones y las acciones del juego conforman lo que denominamos la lógica interna del juego. Son absolutamente interdependientes. Cuando alguna se modifica, impacta en las otras, siempre.
Vamos a verlo en cancha:
Cambia la regla: se permiten los bloqueos indirectos en mini básquet.
Se modifica el objetivo: inicio prematuro a los roles específicos, buscando el atajo táctico.
Se altera la situación de juego: utilizo este cambio para postear a un jugador de madurez precoz.
Aparece una nueva acción motora: el bloqueo.
Cambia la regla: No se permiten las ayudas defensivas
Se modifica el objetivo: El juego se transforma en un festival de 1x1
Se altera la situación de juego: Dejamos de observar los rompimientos y las descargas en ofensiva y las ayudas defensivas.
Aparece una nueva acción motora: El uso excesivo del dribling y las penetraciones al canasto.
El consenso de masificar el mini básquet y cuidar su enseñanza está instalado. El deseo de tener muchos chicos jugando y aprendiendo nos da horizonte. Sin embargo, las urgencias por ganar en edades tempranas aceleran los procesos de enseñanza y aprendizaje, descuidan etapas de desarrollo técnico y táctico individual, seleccionan precozmente a quienes “juegan bien”, especializan por puestos a jugadores desde la urgencia.
En definitiva, los atajos tácticos se vuelven una tentación irresistible y nos alejan del foco: una etapa que debe prepararnos para los partidos difíciles que jugaremos dentro de algunos años.
por Juan Lofrano
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