La burbuja digital

Momentos de inicio o de re-inicio en algunos casos. Hay estrés, mucha ansiedad, en otros casos incertidumbre por no saber con qué nos vamos a encontrar. Donde antes había un profe que los recibía con un abrazo ahora hay alguien parecido a ese profe detrás de un barbijo y con un spray de alcohol enseñándole, además de básquet, normas de higiene y cuidado personal. Para muchos, su primera experiencia en un deporte que no tienen tan claro cómo es, a pesar de que les gusta mirarlo o se deslumbran con los pases de Campazzo en la NBA. Para otros, la sensación de reencontrarse con sus compañeros y con el lugar en donde más disfrutan y pueden ser, en el sentido más amplio de la palabra.

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Del otro lado, un papá o una mamá haciendo malabares con los horarios familiares para llegar a tiempo, ordenando milimétricamente cada movimiento para poder dedicarle una hora a una actividad que sabe que a su hijo le hace bien, que lo mantiene activo, le provoca hábitos saludables, lo vincula con otros niños con sus mismos intereses y le permite divertirse.

En el medio: una burbuja. Pero no es la burbuja de la que tanto se habla en estos días, la del cole. La del grupo reducido que con distanciamiento social nos permitió volver a las clases presenciales. La que se debe tomar la temperatura a la entrada junto con la entrega de la declaración jurada.

Esta burbuja es diferente. Es una burbuja que aísla en el peor sentido. Es una burbuja que no nos permite acercarnos. Nos aleja. Nos distancia. Nos impide conectarnos visualmente y buscar gestos de complicidad ante cualquier buena acción que nuestros hijos hagan en la cancha. Es una barrera que ellos encuentran cuando demandan nuestra atención. Porque por más que no lo demuestren o incluso que los incomodemos, ellos saben que estamos ahí. Y les gusta que estemos ahí. Se sienten más seguros. Se sienten respaldados. Disfrutan que sintamos orgullo al verlos jugar, aprender y divertirse.

Esa muralla, que rompe la magia de un papá o una mamá viendo disfrutar a su hijo hacer lo que más les gusta, es la burbuja digital. Es ese bendito aparato que tenemos en nuestros bolsillos o en nuestras carteras, que, si bien se inventó para comunicarnos, si no lo usamos responsablemente, puede aislarnos de los momentos más maravillosos que podemos compartir con nuestros hijos e hijas. Están diseñados para captar nuestra atención todo el tiempo impidiéndonos centrarnos en lo verdaderamente importante: ver a nuestros hijos crecer.

Por eso te propongo lo siguiente: cuando lleves a tu hijo al club y te sientes en las gradas, ponelo en silencio y guardalo. Conectate con él o con ella. Guiñale el ojo cuando haga algo bien o levantale el pulgar para demostrarle seguridad. Solo tu presencia, no solo corporal, sino atencional, le llevará tranquilidad y lo hará más fuerte. Dejá la foto y la historia de instagram para después. Es momento de romper la burbuja.

por Pablo Genga