Las redes neuronales artificiales están revolucionando el mundo. Parece que una buena parte de los empleos y profesiones clásicas van a ser reemplazadas por sistemas digitales de alta sofisticación. El nuevo ChatGPT4 es capaz de analizar un contrato legal, encontrar el error en el código de programación de una app y de leer los movimientos de la bolsa. Adiós abogados, programadores y analistas financieros. Adiós para siempre.
Curso: Comunicación y marketing de un proyecto deportivo
Es un escenario demencial. Las IA crean. Ya no solo acumulan información, sino que la analizan y le agregan valor. Reflexionan. Logran aquello que se creía exclusivo del ser humano. Sin embargo, el funcionamiento de estas inteligencias trabaja en la generalidad. Es decir, pueden escribir un texto sobre un tema universal, como el desarrollo de la Liga Nacional de Básquet, pero no pueden –al menos todavía– contar el desarrollo de una práctica de básquet desde una perspectiva heterogénea. Vamos a decirlo en palabras más simples: no pueden comunicar siguiendo una identidad que se construye junto con el presente y la historia de nuestro club. Hablar de los jugadores en particular, presentar la perspectiva de nuestro grupo de formadores, captar la tradición y los objetivos de nuestro programa deportivo.
La IA pueden escribir sobre básquet. No pueden escribir sobre la práctica de hoy en nuestro club con el equipo conformado por Pedro, Laura, Francisco, Alan, Florencia y otros diez compañeros. No podría decir por qué Francisco o Laura hoy estaban tristes y qué ejercicio puede proponer el entrenador para contenerlos e incluirlos en la práctica.
Si bien es tentador para la ciencia promover el reemplazo de lo emocional por algoritmos y redes neuronales, la realidad es que las IA van a convivir con la humanidad, no las van a reemplazar. Sí van a quedar en desuso decenas de trabajos, ese fenómeno es propio del mundo capitalista y se acelera sin pausa desde la primera revolución industrial. No hay novedad ahí. Habrá que adaptarse como nos adaptamos a la aparición del teléfono móvil, a los viajes en avión y al foco incandescente. El operador no existe más, los viajes intercontinentales se hacen por aire no en un barco de madera a través del océano y las velas hoy son un objeto decorativo, no un insumo de primera necesidad.
El impacto de las IA en la comunicación es total. Va a automatizar procesos con una precisión nunca vista. Pulgar arriba. Ese trabajo era artesanal porque no había opción. Ahora que la hay, bienvenida. Caminar un club, pensarlo y encontrar el tono en que se tienen que decir las cosas no está al alcance de una IA. Y quien lo intente va a encontrar un resultado homogéneo, desprovisto de profundidad. Narrar un club, planificar estratégicamente y desarrollar actividades de forma personalizada no son procesos matemáticos. Son problemas salvajes. Son decisiones que incluyen a personas y no se resuelven desde lo estadístico únicamente. Estamos construyendo una propuesta de vida. Las IA no entienden nada de eso.
Es el tiempo de la creatividad. De ser diferentes. Si el trabajo del equipo de comunicación es reemplazable por redes neuronales artificiales probablemente esté mal hecho. Comienza la era para ser más humanos que nunca.
por Agustín Marangoni
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