El básquet es un deporte que se compone de tres fases: ataque, defensa y transiciones. Sin embargo, defenderse es una opción. No es lo mismo cumplir un rol defensivo que defenderse. La diferencia es una cuestión de actitud.
Desde el inicio de la formación de un jugador los entrenadores nos preocupamos por la técnica defensiva. Que su posición básica sea la correcta, flexionando las rodillas y manteniendo la espalda erguida. Que sus brazos ocupen mucho espacio, que no junten los pies al desplazarse, que no salten, etc. Y cuando espontáneamente, el jugador, a veces en la etapa aún de mini básquet, intenta robar la pelota le viene el grito de su profe que dice “no robar!, no robar!”. Nuestra preocupación por la ejecución limita la actitud del defensor de querer recuperar el balón instalando la idea de que en defensa hay que defenderse y esperar la iniciativa del ofensivo para responder en consecuencia.
Toda la atención está puesta en la ejecución detallada del gesto defensivo y no en la actitud. Después, los jugadores se desarrollan y cuando queremos que sean activos, que provoquen el error, que sean agresivos en defensa, nos chocamos contra la pasividad que se fue construyendo anteriormente y es muy difícil de cambiar el chip.
Pensemos en esta situación: el atacante se encuentra en el eje de cancha, sobre la línea de tres puntos, de frente al canasto y tiene en su campo de visión a sus 4 compañeros, dado que su defensor está esperando que su rival tome la iniciativa. El atacante tiene todas las opciones posibles en su campo de visión: el aro, sus 4 compañeros y todo el bloque defensivo delante suyo. No hay nadie que lo ponga incómodo. Ahora bien, modifiquemos la actitud de un solo actor en esta misma escena: el defensor ataca el balón en una posición de semiflexión de rodillas, manteniendo sus pies alejados del atacante pero realizando fintas defensivas con su mano más cercana al dribbling, impidiendo que el atacante haga cambios agresivos (crossover) y obstaculizando el pase con el brazo contrario, de manera tal que el atacante no pueda dar pases laterales. Esta intensidad defensiva, generalmente tiene como resultado que el atacante intente protegerse poniéndose de espaldas, lo cual hará que en vez de ver a 4 de sus compañeros, vea solo a 2, los que están de un lado. Este simple cambio de actitud ya redujo las posibilidades de pase al 50%. A esto, le agregamos que será muy difícil que pueda lanzar o penetrar vertical al canasto, ya que se encuentra de espaldas. En definitiva, el atacante pasó de atacar a defenderse. La preocupación ya no está dada por cómo convertir sino por cómo proteger el balón para que el defensor no se la robe.
Cuando intentamos construir este concepto defensivo es habitual que el jugador malinterprete la idea y piense que él es quien tiene que robar el balón. Sin embargo, eso no es lo que buscamos. El objetivo es que por la presión puesta al atacante, este termine perdiendo el balón, alejándose del aro, dando un mal pase o cometiendo una infracción por caminar o por pérdida por 5 segundos.
Para desarrollar este concepto defensivo considero central estas cinco reglas:
1- El jugador que defiende a quien traslada el balón es el termómetro defensivo del equipo. Si él presiona al atacante y lo trae incómodo al campo ofensivo el resto del bloque defensivo se contagiará adoptando la misma intensidad.
2- Diferenciar los tres momentos del control del jugador con balón: antes de que el atacante haya dribleado el balón, el defensor debe mantener los pies a un metro del atacante y con las manos realizar fintas defensivas contestando los movimientos del balón.
3- Durante el dribbling debe mantenerse a la misma distancia, siempre con la cara frente al balón, finteando con movimientos de flick el dribbling para evitar cambios de dirección frontales y agresivos, obstaculizando los pases laterales y forzando al atacante a desplazarse, en lo posible de espaldas, hacia lugares incómodos (cerca de las líneas o hacia su mano menos hábil).
4- Luego de haber detenido el dribbling, posicionar sus pies a caballito del pivot del atacante, poniéndose en una situación de semiflexión de rodillas y colocando sus dos manos en espejo al balón, contestando todos sus movimientos para forzar un pase defectuoso.
5- Quienes defiendan a los jugadores sin balón deben saber que su compañero tiene como objetivo presionar al porta balón para forzarlo a que de un mal pase, con lo cual ellos deben estar listos para interceptarlo, adoptando una línea de pase de riesgo viendo a su jugador y al atacante con balón.
En épocas en que las estadísticas, los números y las métricas parecen ser más importantes que la inteligencia de los jugadores, sigo pensando que defender es un arte y saber regular la intensidad defensiva es parte central del juego. Si en el básquet formativo promovemos y estimulamos defensas de riesgo, desafiantes y desarrollamos las habilidades y la lectura de juego de los jugadores para desarrollar estos conceptos, en el caso que la estrategia del juego lo requiera, será más sencillo regular o bajar esa intensidad que pretender que florezca como por arte de magia como atajo táctico cuando, en realidad, nunca la entrenamos.
por Pablo Genga
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