En el deporte que consumimos por televisión, la competencia es el producto final. Es el día en el cual el equipo tiene que demostrar si puede ser mejor que otro. Las formas a veces no son las adecuadas, ni las practicadas durante la semana, pero, si el resultado final es positivo, todo pasa a un segundo plano y de alguna manera se justifican.
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Puede ser por esto que, cuando en el deporte infantil aparece la palabra competencia, aparecen los dolores de panza. Y no solo para los jugadores. Sino también para entrenadores, familia y dirigentes. El solo nombrar la palabra genera debates como por ejemplo si el deporte infantil debe ser formativo o competitivo, si tiene o no que haber tanteador, campeón, etc.
Partamos de una premisa inicial: el deporte es competitivo. Nos guste o no, la esencia del deporte hace que un equipo se enfrente a otro dentro de un marco de condiciones que promueven una supuesta igualdad y que al final se determine un ganador. Si esto no se cumple será otra cosa, pero no deporte. Esto se complementa a una afirmación, muchas veces cuestionable que dice que “el deporte es educativo”. ¿Siempre? ¿En qué contexto?
Voy a intentar dejar clara mi postura en relación a ambos temas:
La competencia: cuando un niño o una niña transita el proceso de iniciación deportiva, la mayoría de los elementos estructurales del deporte deben ser adaptados a sus posibilidades y limitaciones para que pueda participar. De esta manera, el tamaño de la pelota, las dimensiones del campo de juego, la altura del aro, la cantidad de tiempo máximo permitido de participación, son algunos de los elementos que no pueden faltar de las prácticas pero que se modifican respecto al original para que más niños y niñas no queden afuera del juego. En este sentido, la competencia también debe ser adaptada con el mismo objetivo, si la entendemos como una parte más del proceso de iniciación. De hecho, estoy convencido que el día de la competencia es un práctica más, dentro de los estímulos semanales.
Ahora bien, ¿por qué nos hace ruido la competencia? Porque para que la competencia sea formativa, se debe cumplir con una serie de características:
Si estas condiciones se cumplen, entonces estaremos más cerca de aprovechar la competencia para formar y desarrollar habilidades, saberes y actitudes que solo pueden ser adquiridos en este contexto.
El deporte educativo: en el siglo XIX cuando surgió y se consolidó el deporte moderno en Inglaterra, quienes lo diseñaron no tenían la más mínima intención de que el deporte sea educativo. De hecho fue, en parte, un mecanismo para minimizar la violencia existente en el parlamento inglés. Sus reglas, la forma de agrupamiento de sus participantes y su objetivo se mantuvo relativamente estable con el paso del tiempo, modificado nuevamente a finales del siglo XX en donde el deporte espectáculo lo adaptó y transformó hasta convertirlo en un producto de consumo, tanto para sus participantes como para sus espectadores.
Bien vale la pena preguntarnos si este deporte aportará valores educativos en nuestra infancia, sin una reflexión previa y una adaptación de sus particularidades en relación a los participantes. La etiqueta de “educativo” (o no) que le pongamos al deporte, principalmente dependerá de la intervención del profesor o de la profesora que esté a cargo de ese grupo de niños.
Para que realmente se cumpla esta condición, en el deporte infantil deberá asegurarse el lugar para todos, sin selección, respetando las individualidades y posibilidades de cada uno, deberá considerarse al error como una parte más del proceso, esperable por cierto y a través del cual obtengo datos para poder seguir mejorando mi propuesta de enseñanza. En un deporte educativo, se priorizará formar personas desde una mirada holística, antes que deportistas, intentando enamorarlos del deporte y de la vida saludable, colaborando en su formación motriz dentro de ambientes emocionalmente seguros de aprendizaje.
Por último y vinculando los dos conceptos desarrollados, para generar un deporte educativo es necesario que la competencia sea educativa para acercar la competición y la formación definitivamente.
por Pablo Genga
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