Aunque parece algo simple, son decisiones complejas. Los y las entrenadoras de minibásquetbol que tienen grupos numerosos en sus categorías suelen dividir en subgrupos a sus alumnos y alumnas. Entonces aparecen el A y el B, los de un color y los de otro, etcétera. La pregunta principal en esta instancia es el método que se aplica. La mayoría de las veces, la división se realiza por nivel de juego, una perspectiva más relacionada con el resultado inmediato que con los procesos por los que transitan los chicos y las chicas. Creo que esta división debería ser algo más profunda o difícil de observar. Y pasa por la intención de cada niño. El trabajo de los profesores y entrenadores debe evaluar si cada uno de ellos o ellas quiere o siente jugar.
Todas y todos quieren jugar, pero algunos no lo sienten.
Además de asistir a los entrenamientos, los niños y las niñas demuestran que quieren jugar comprando camisetas de sus ídolos o equipos favoritos, subiendo fotos a las redes sociales con sus mejores jugadas, comprando las zapatillas de moda, hasta llegan a tatuarse. Los niños y las niñas que sienten jugar van un poco más allá.
Creo que el sentir es orgánico o inconsciente: el cuerpo y la mente funcionan sin necesidad de presión externa. El querer es más simbólico, hasta copiado, o una decisión impuesta por sus madres y padres.
El jugador o la jugadora que siente jugar demuestra nerviosismo antes de cada partido, como si estuviera rindiendo un examen. Es quien se queda después de horario tratando de mejorar eso que no lo tiene conforme, que constantemente está dribleando la pelota, tirando en los aros auxiliares fuera de hora, que atiende a cada explicación o corrección.
Quien siente jugar mágicamente nunca se enferma, está presente en todos los encuentros y viajes. Nunca le coincide el horario de su entrenamiento con el horario de estudio. Nunca se olvida la mochila con la ropa. Por el contrario, la lleva completa, con el pantalón, la camiseta, las zapatillas.
Con distintas actitudes observamos en el día a día las diferencias de los dos subgrupos. Son reacciones simples. Por ejemplo: mientras unos preguntan en qué momento se va a jugar el partidito dentro de la clase, otros están más comprometidos en resolver la situación que se les platea o lo que creen que todavía tienen que resolver. Quienes sienten, son más autocríticos de su desempeño. Quienes quieren, disfrutan su potencial sin preocuparse demasiado por sumar herramientas o recursos a su juego.
El básquet, el talento y el efecto Mateo
Quien siente jugar, aunque no muestre mucha destreza o no sea el más talentoso de su grupo, tiene una actitud que poco a poco hará crecer su potencial deportivo y su competitividad. Distinto al que sólo quiere jugar, aunque se le observe talento o capacidad de resolución.
No es la intención de este artículo expresar que un grupo es mejor que el otro, ni menospreciar o exaltar a ninguno. Sólo que al diferenciarlos se pueden potenciar los subgrupos de trabajo para enriquecerlos de acuerdo a sus intereses. De este modo, no se exige de más a quien no lo busca y se le genera un ambiente de aprendizaje más exigente a quienes así lo desean. El resultado: niveles acordes a la necesidad de cada jugador y jugadora.
Es importante tener en cuenta que esto no es rígido. Los grupos pueden mutar con el tiempo. Algunos y algunas sienten con todo su ser que quieren ser jugadores y jugadoras de básquet y al llegar a su límite de posibilidades notan que no encuentran más respuestas, pero siguen en la actividad sin bajar los brazos porque quieren seguir jugando.
Es solo una opinión personal. Una idea expresada para compartir y escuchar otras visiones.
por Gonzalo Schwindt
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