Lo que históricamente se conocía como la pasión hacia un club o a un deporte se transformó en uno de los mercados más rentables a nivel global: hoy conforman una industria que mueve unos 800.000 millones de dólares anuales. Ese número, tan desproporcionado como real, es una foto lejana para el ojo experto. La rentabilidad, los números fríos, no tiene que hacernos perder el foco de dónde está nuestro verdadero objetivo cuando pensamos una estrategia de comunicación y marketing desde un proyecto deportivo.
Curso: Comunicación y marketing de un proyecto deportivo
Sí es clave es hablar de pasión. El marketing deportivo requiere un tratamiento muy distinto al que, por ejemplo, necesita un producto de limpieza. Las emociones y el compromiso del público tienen otra intensidad. Los deportes generan una identificación profunda, a tal punto que se pueden ubicar en lo más alto de las prioridades para la vida de una persona. Suena exagerado, pero es un fenómeno concreto. Y se puede demostrar en cifras.
En este contexto, comunicar tiene que ser un proceso para dar visibilidad. Estamos en la década de 2020. El mero hecho de escribir un texto, grabar un video o compartir un posteo en redes sociales no es una novedad por sí mismo. Incluso, hasta puede lograr el efecto adverso: la saturación de notificaciones, información y mensajes conspira contra la fidelidad de nuestros y nuestras seguidoras. Todo lo que se hace tiene que tener un sentido y un concepto. Una estrategia de comunicación bien pensada amplía el auditorio, fideliza seguidores, abre, crea mercados. Una estrategia mal diseñada –que no está pensada– genera pérdidas y desprestigio.
El caso de los clubes es muy ilustrativo. Los cambios sociales les presentaron nuevos desafíos que los obligan a trabajar en áreas que años atrás ni siquiera estaban en los cálculos. Lo mismo pasa con el conocimiento para los y las entrenadoras. Sucede con los equipos y hasta con los mismos deportistas. Un basquetbolista, por citar un caso entre mil, que trabaja bien su imagen personal tiene realizada una buena parte de su siembra profesional. Ejemplos sobran.
Las siguientes son cinco ideas para pensar la comunicación de un proyecto deportivo enfocado en el básquet.
El valor agregado es el factor fundamental de cualquier proyecto. El filósofo Jean Baudrillard acuñó el término El infierno de lo mismo, el cual se puede aplicar en su totalidad el mundo de la comunicación. Si vamos a hacer algo igual a lo que ya existe, lo único que vamos a lograr es perder el tiempo. La primera pregunta que tenemos que formular es quién soy, qué sé hacer. Si no sabemos hacer nada distinto y propio, entonces hay que capacitarse. Después sí emprender. El éxito nunca está en la copia.
En el proceso de comunicación hay que ponerse en los zapatos del usuario que nos da una oportunidad. Saber quién es, qué necesita, qué está buscando y qué es lo que nosotros le podemos dar. El público no quiere las cosas gratis. Quiere las cosas fáciles. Y hacer las cosas fáciles es un proceso complejo. Requiere de mucho estudio, medición y análisis. Los frutos llegan cuando logramos una propuesta útil, funcional y amena. Mientras, a seguir trabajando. Hay que desenamorarse de nuestras ideas y detenerse en lo que realmente funciona.
El deporte, y el básquet en particular, tiene la capacidad de movilizar emociones. En una estrategia de comunicación hay que trabajar ese factor desde la cercanía. Compartir una pasión –concepto gastadísimo pero vigente– es el paso necesario para ponerse a la misma altura y observar el escenario que tenemos por delante. Tocar de oído ya no sirve más. En nada.
El público masivo no existe más. El mercado se enfrenta a un escenario hiperfragmentado. Antes había poco para muchos. Ahora hay mucho para muchos. Y ese mucho es cada vez más específico. Hay que estudiar a la audiencia, pensar qué palabras usa, qué tiempos respeta, qué siente cuando encuentra material que realmente le sirve. Encontrar esa fibra sensible es un trabajo permanente y lleva años: hay tiempos que no se pueden acelerar. Es falso que la sociedad cambia a la velocidad del rayo. El mercado tecnológico vende con éxito esa cortina de humo. Los tiempos reales son distintos y muy diversos. La cuestión está en identificar al público y cautivarlo.
Hay que ir en busca de estructuras novedosas: motivar la curiosidad y despertar la atención del público. Lo formal es una materia fácil de superar. La cuestión central está en lo que viene después. El cómo. El qué. No es casual que las escuelas de las principales potencias mundiales le hayan restado tiempo al conocimiento técnico para explorar la inventiva y la creatividad. Una de las exigencias innegociables del mercado laboral es la capacidad de ser creativo. Tanto para resolver problemas como para diseñar un flyer. El escritor John Berger aseguraba que la forma más efectiva de adelantarse a los cambios de la sociedad es caminar un museo. Bonito consejo.
por Agustín Marangoni
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