Es verdad que la velocidad en el consumo de información aumentó de manera considerable con la consolidación de los formatos digitales. Sin embargo, los contenidos con valor agregado siguen siendo, por lejos, los más consumidos. No importa la extensión. Importa que cada línea tenga algo útil para decir. Esa es la piedra filosofal que necesitamos para diseñar la comunicación de un proyecto deportivo.
En redes, en un sitio web, en un video o en un podcast. La necesidad de encontrar claridad es transversal a cualquier formato. Ser claros significa que nos entiendan. Y que nos entiendan implica haber ganado un momento de atención y, casi seguro, haber conseguido que nuestro mensaje sea memorable. Para eso es fundamental no dar nada por sentado: escribir con espíritu inclusivo. Utilizar cada palabra, cada imagen, con el objetivo de impactar en la mayor cantidad de personas.
Esto no tiene que ver con perder la brújula que nos indica cuál es nuestro público objetivo, sino entender que el público objetivo puede tener distintas capacidades de interpretación, estados de ánimo, tiempo disponible o compromiso con la propuesta.
El destacado periodista Miguel Ángel Bastenier –exprofesor de la Escuela de Periodismo de El País– acuñó el término Completud para referirse a la importancia de incluir todos los datos necesarios para narrar algo de manera óptima. Él se refería a la estructura de una crónica. Bien podemos trasladar ese concepto a cualquier pieza informativa dentro de un plan de comunicación. Incluso podemos llevarlo un paso más allá.
El método: al momento de producir un mensaje, tenemos que suponer que nos está leyendo, viendo o escuchando un extraterrestre que no sabe absolutamente nada del tema. Y desde esa óptica preguntarnos: ¿se entiende lo que estoy diciendo? Eso sí, hay que revisar con sinceridad. Entrenar esa revisión. Ser implacables, actuar con la frialdad de un cirujano. Si revisamos sin salir de nosotros mismos el método no se activa y nada de esto tiene sentido. Hay que desdoblarse, convertirse en un ser humano muy poco querible. Una máquina de identificar puntos débiles.
De vuelta a la pregunta: ¿se entiende lo que estoy diciendo?
Si la respuesta es sí, el material es correcto y va a cumplir su objetivo. Si la respuesta es no, hay que buscar en la computadora la bellísima tecla Delete, respirar hondo y empezar de nuevo.
Una persona que tiene mucho interés por un tema va a agradecer una pieza informativa completa, útil y memorable. Y una persona que no tiene tanto interés es probable que reciba un impacto positivo en ese vínculo. Experiencia que nunca va a tener lugar con un material repetido, mal estructurado e inútil.
Ahora bien, para comunicar de manera efectiva hay que tener algo para decir. Si el mensaje está vacío, no hay método que lo salve.
por Agustín Marangoni
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