“Hay quienes juegan bien y quienes todavía no”. Escuché esta frase hace años al finalizar una disertación en ENEBA Nivel 1. Desde entonces la multipliqué en mis charlas, clínicas y reválidas con el objetivo de transmitir su profundidad.
Estas palabras llegaron para solucionarme un dilema. Por un lado, lograba avances notorios con algunos jugadores y jugadoras, en el entendimiento del juego y en las herramientas de ejecución. Por el otro, convivía con los y las que no progresaban y sus dificultades visibles. La posibilidad de decir que estos últimos “jugaban mal” era una sensación incómoda pero real.
La clave está en el todavía. Este indicador temporal abre posibilidades, permite ver en cada chico y en cada chica su potencial de aprendizaje para no clausurar nuestros puentes de enseñanza. Motivos hay varios, todos con signos de interrogación. Sus aprendizajes previos. Su desarrollo motor tardío. Su falta de deseo. Su temor a equivocarse. O algún otro indicador que genera un proceso más lento para apropiarse de los saberes propios del juego.
Es interesante analizar el valor didáctico de esta mirada. Junto a mis colegas podemos contar historias sobre grandes jugadores y jugadoras de mini básquet que no lograron permanecer en el deporte. Y de lo otro lado de la moneda, sobre los o las que explotaron fuera del tiempo. Me gustaría poner en discusión este hipotético “fuera de tiempo”, signado por la mirada reduccionista de alguna o algún profe apresurado por conseguir triunfos.
La relación mecánica entre la enseñanza y el aprendizaje está muy sospechada en su efectividad y vigencia. La frase “ya te lo enseñé” no puede ni debe sobrevivir en nuestras prácticas. Estoy convencido de que el proceso de aprendizaje se concreta cuando los chicos y las chicas quieren (deseo), pueden (posibilidades) y logran darse cuenta.
Esta perspectiva que traemos al debate es, desde mi experiencia, el antídoto ideal para la selección temprana, para tener favoritos o favoritas en las prácticas, para la desigualdad de participación y protagonismo en los partidos y para la falta de equidad a la hora de enseñar. Los adultos cortoplacistas con sus atajos tácticos no se llevan bien con esta mirada y se les nota demasiado cuando están al frente de un grupo de mini básquet.
Cuando pensamos nuestras intervenciones en clave “Hay quienes juegan bien y quienes todavía no” ubicamos a la heterogeneidad en un lugar cuidado y disfrutable. También respetamos las biografías motrices y consideramos a nuestros jugadores y jugadoras como sujetos con derecho a jugar, divertirse, animarse y sentirse competentes. Si lo logramos, nos recibimos de “buenos profes”. No lo duden.
por Juan Lofrano
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