El error está socialmente mal visto. Se hace todo lo posible para esconderlo, para disfrazarlo. Pero al momento de recorrer un proceso de enseñanza, el error es necesario para que se produzca el aprendizaje. Es un portador de información. Por eso nunca hay que castigar al error en el minibásquetbol. Por el contrario, hay que utilizarlo.
Ningún jugador o jugadora se equivoca a propósito. En todo caso, tenemos que evaluar si la propuesta de enseñanza es acorde al nivel de los niños. Muchas veces el error parte por desinformación o por una consigna poco clara o equivocada. Correcciones del tipo “pasá bien la pelota” son comunes en una práctica. Ahora bien, el jugador podría preguntar a qué se refiere con “bien”. Debemos ser claros en la consigna y en el objetivo del mensaje. ¿Queremos que pase la pelota con más precisión? ¿Queremos modificar el destinatario del pase? ¿Queremos que reflexione acerca del tipo de pase que eligió? ¿Queremos que pase la pelota con más fuerza? El concepto “bien”, en este caso, no es correcto porque se puede interpretar de formas diferentes. Las palabras que elegimos para formular las consignas determinan el éxito de los ejercicios.
Otro error común por parte de los profesores: alientan en vez de aportar información. “Dale, dale, dale”, suena mucho en las canchas de básquet. A veces es mejor hacer silencio para que el jugador pueda observar, percibir, decidir y ejecutar en calma la mejor acción que crea conveniente. Generar un ambiente de seguridad y no estar diciéndole todo el tiempo lo que tiene que hacer, logrará que el jugador confíe más en sí mismo.
El desafío de superar el "siempre lo hicimos así"
Es muy importante diferenciar el error del “no-saber”. Quizás el jugador o la jugadora se equivoca porque no sabe. Si no sabe, tenemos que enseñarle. Y entender que es muy probable que los primeros intentos no van a salir del todo bien.
Por último, tenemos que evaluar a quién le hablamos y cómo. Dentro del equipo habrá quienes son más visuales, más auditivos o más kinestésicos. De esta forma, sabremos a quién mostrarle, a quién hablarle y a quién abrazar para llegar con la información. Tenemos que encontrar el canal más sensible. Un detalle a tener en cuenta es comenzar el diálogo o la corrección con un aspecto positivo, seguir con la corrección o con aquello a mejorar y finalizar con una frase motivadora que empuje al jugador a querer lograrlo.
– Vos que pasás tan bien la pelota, tenés que tratar de hacer una finta antes del pase. Intentalo que venís entrenando muy bien.
De esta manera, no hacemos solo hincapié en lo negativo, sino que rodeamos la corrección en aspectos que el jugador o la jugadora interpreta como positivas. Los tonos de voz y el lenguaje corporal en las correcciones también son importantes. Muchas veces, comunicamos más con nuestras expresiones faciales que con lo que queremos decir. Por eso siempre debemos considerar que somos profesionales de la enseñanza y referentes de nuestros jugadores y jugadoras, siempre. Dentro y fuera de la cancha.
por Pablo Genga