Abro el debate. Mirar en retrospectiva el 2020, junto con la lectura del libro ¿Quién controla el futuro de la educación? del investigador Axel Rivas, me despertó ideas y reflexiones que se pueden transferir al mini básquet. “La enseñanza es obligatoria, el aprendizaje es voluntario”, dice. Siento que cada vez toma más fuerza este concepto y que se hace real y visible en cada una de nuestras prácticas.
Por necesidad hemos certificado que correr el saber conlleva inevitablemente a correr el no saber. Reconocerlo y aceptarlo nos abrió, sin dudas, un abanico potente de posibilidades de enseñanza. Si bien recomiendo la lectura del libro completo, me permito compartir algunas ideas puntuales que nos muestran que después esta tormenta nada volverá a su lugar original.
Un proceso de transformación profunda ocurre ante nuestros ojos: se trata de la gran traducción de los contenidos educativos estáticos, encadenados unos a otros en un régimen de poder homogéneo centrado en la obligación de aprender, a una serie de flujos de aprendizajes personalizados basado en la apelación a los deseos y motivaciones oculta de los alumnos y alumnas.
La gran traducción es una combinación de fuerzas que emerge en tiempos en los que todos y todas quieren contenidos a la carta. Son tiempos de ansiedad en los que nadie está dispuesto a esperar, ni en los celulares ni en las aulas (físicas o virtuales). Este proceso se inscribe en la nueva episteme cultural de la libre elección instantánea y en el crecimiento prolongado de los derechos de las nuevas generaciones, que ocupan más y más espacio en la definición de las reglas y la organización de la sociedad. Nace del cansancio del deber escolar y de la certeza, al mismo tiempo, de que sin conocimientos no se viaja lejos en este mundo.
Es una época incómoda para los pensamientos totales. Hay que hacer preguntas, trabajar los dilemas, entender la gran traducción como un campo indefinido de poder y saber. Es un nuevo tiempo para estudiar la traducción al lenguaje pedagógico de lo que hay que aprender. Basil Bernstein (1998) habló hace 20 años de la paleta pedagógica y puso en evidencia que el campo de la traducción curricular estaba repleto de variantes. En la actualidad, esa paleta está más abierta y contiene más diversidad que nunca. Es un gran momento para dedicarse a investigar.
Una institución que ha desarrollado un marco desafiante para pensar la misión de educar en el siglo XXI es el Center For curriculum redesign. Su propuesta educativa se centra en cuatro puntos:
Estos marcos conceptuales abren el camino a nuevas visiones sobre lo que los alumnos y alumnas deben aprender y ser capaces de hacer. También permiten extender la noción del derecho a la educación. Ya no se trata de memorizar saberes para repetirlos en los exámenes sino de poder relacionar saberes y aplicarlos a situaciones nuevas, de usar el conocimiento para ampliar el campo de acción y fortalecer la ciudadanía democrática.
Estas concepciones requieren atravesar un falso dilema. No es necesario confrontar el saber contra el saber hacer. Se trata de crear síntesis de valor que hagan que el conocimiento tenga sentido para quien aprende y pueda ser aplicado en distintas situaciones inesperadas.
Hay una profunda similitud entre nuestro saber disciplinar mini básquet y nuestros paradigmas dominantes a la hora de presentar un proceso esperable de enseñanza y de aprendizaje.
En la batalla por controlar el futuro de la educación, los y las formadoras serán todavía los agentes decisivos. Pero alrededor de ellos todo está cambiando. El mundo solo parece reconocible por los materiales físicos con los cuales están hechas las escuelas y los clubes, en el caso de nuestro contexto deportivo. Lo que ocurre en la mente y en la vida de los jugadores y jugadoras se modificó por completo.
Hay seis grandes fuerzas que le permitirán a los y las formadoras, junto con las chicas y los chicos, ser protagonistas del futuro de la educación:
El equilibrio es fundamental. Si la visión de cambio es demasiado ambiciosa producirá un exceso de resistencia y frustración. Pero si es demasiado conservadora no logrará dejar atrás las inercias propias del sistema.
Axel Rivas termina su libro con una frase y un interrogante: “Todo está por escribirse. ¿Seguiremos enseñando así mientras pasan uno tras otro los días? Hay una sola cosa que la tecnología (big data, los algoritmos, etc.) no podrá reemplazar que es la complicidad de la mirada de un alumno o alumna y su docente”.
Para cerrar la lectura activa de este texto sería interesante que ejercitemos la metacognición. Que cada uno y cada una piense y escriba su ticket de salida del año. Qué aprendí. Qué me dejó esta situación tan especial. Desde dónde inicio el nuevo ciclo de enseñanza. En ese ejercicio sencillo aparecerán nuevas ideas. Y nuevas preguntas.
por Juan Lofrano
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