El básquet moderno se caracteriza por la velocidad, la eficiencia y las ventajas en las transiciones. Por eso, la calidad de los pases es uno de los componentes más importantes para que este estilo de juego no se convierta en una sucesión de pérdidas de balones.
Considero que “el pase” –como habitualmente lo llamamos en nuestras planificaciones– no es solo un fundamento. Su enseñanza en el mini básquet no involucra únicamente el aprendizaje, perfeccionamiento y automatización del gesto técnico. Incluye estructuras motrices que deberían ser desarrolladas previamente como sustento de la habilidad motora específica y combinadas con otras acciones para que tengan significatividad.
Esta capacidad depende fundamentalmente de la evolución cognitiva del jugador o de la jugadora y se relaciona con la posibilidad de proyectar en el espacio y en el tiempo el movimiento de un elemento. Esto que parece tan sencillo, en alguien que se está iniciando es realmente complejo, porque al momento de hacer un pase en movimiento generalmente pasa el balón al lugar donde se encuentra su compañero y no donde estará cuando finalice su trayectoria.
Esta capacidad de proyectar depende fundamentalmente de sus experiencias previas vinculadas a la representación mental de la imagen motora, las cuales aumentarán a medida que aumenten las situaciones vividas en situaciones similares.
En este sentido, podemos identificar diferentes niveles de complejidad a la hora de diseñar tareas que involucren el desarrollo de la lectura de trayectorias, modificando las posibilidades de movimiento del pasador y del receptor, de acuerdo a tres categorías:
- Estático: cuando se encuentra sin un desplazamiento en el espacio
- En movimiento en dos dimensiones: cuando se traslada caminando o corriendo por el campo de juego con algún apoyo en contacto con el piso
- En movimiento en tres dimensiones: cuando al desplazamiento le agrega un salto que provoca la modificación de la posición en altura.
También encontramos en el movimiento del balón diferentes niveles de complejidad
- Con movimiento pegado al piso: en dos dimensiones.
- En movimiento “de aire”: el desplazamiento involucra las tres dimensiones.
Con todas estas posibilidades podemos ordenar en el siguiente gráfico las combinaciones posibles para modificar la complejidad de una actividad cuyo objetivo es el desarrollo de la lectura de trayectorias.
Cuando dos jugadores o jugadoras se pasan el balón enfrentados sin oposición en forma estática, podemos clasificarla como Pasador estático, balón en movimiento en dos dimensiones y receptor estático. En cambio, si un jugador o jugadora que avanza dribleando en el campo pasa el balón a un compañero o compañera que salta para recibir el pase en el aire y lanzar en el mismo momento (alley-oop), podemos clasificar esta acción como Pasador en movimiento en dos dimensiones, balón en movimiento en tres dimensiones y receptor en movimiento en tres dimensiones.
Habitualmente limitamos el éxito de un buen pase a la acción realizada por el pasador. Sin embargo, podemos enseñar desde la etapa de iniciación que el resultado de un pase exitoso es responsabilidad de los dos involucrados. Enseñar a recibir la pelota debe ser tan importante como enseñar a pasarla. Debemos ofrecer a nuestros jugadores y jugadoras situaciones que se ajusten a su nivel de posibilidad de recibir el balón.
- Recepciones cómodas: a la altura de las manos.
- Recepciones incómodas: el receptor debe realizar un ajuste de su posición para recibir el balón.
- Recepciones de aire: para estimular la reacción rápida.
- Recepciones con piques previos: para tener más tiempo para predecir el movimiento del balón.
La actitud del receptor también es determinante. Primero, es importante realizar acciones para recibir y simplificar la tarea del pasador, mostrar un blanco que servirá de objetivo y permitirá al receptor encadenar la recepción con la continuidad de sus movimientos. Después, ir en busca del balón. Esta anticipación permite sacar ventajas al acortar la trayectoria del elemento y sorprender al defensor a contrapié para atacar el canasto. En estos dos ejemplos, es de vital importancia el contacto visual permanente entre el receptor y el balón.
Dijimos al principio del artículo que la velocidad de juego actual nos obliga a formar jugadores y jugadoras que resuelvan problemas eficientemente y en poco tiempo. Si bien es importante seguir enseñando los pases tradicionales (pase de pecho, picado o sobre cabeza) cada vez cobran más importancia los pases que provienen desde otros fundamentos, por ejemplo el dribbling.
Es habitual ver jugadores que pasan el balón con una mano sin dejar de driblear. Para enseñar este tipo de gestos, debemos proponernos combinar en las actividades fundamentos que permitan darle continuidad al juego. Para que esto pueda ser llevado a cabo debemos asegurarnos que el jugador o la jugadora puedan percibir la situación de juego sin necesidad de poner su atención en el dominio del balón. Esto es posible a través del desarrollo del dominio del balón, con situaciones estáticas y dinámicas, con la mano hábil y no hábil. Desde el inicio de la práctica hay que buscar la independencia de gestos entre la manipulación del elemento y la percepción de las situaciones de juego.
Por último, es importante destacar que la enseñanza del pase y la recepción no es solo un contenido técnico. Debe involucrar una contextualización dentro de un escenario táctico. La necesidad de aprendizaje de estos gestos debe partir desde el juego para concluir en el juego. Una enseñanza aislada de estas acciones no tendrá sentido si inmediatamente no puede ser vinculada con la situación de aplicación.
La necesidad de aprendizaje de muchos pases surge de identificarla en una situación de oposición. A medida que encontramos progresiones de complejidad en la lectura de trayectoria, en las recepciones y en los pases, también podemos identificarlas en las situaciones de aplicación de estas habilidades. Si utilizamos en primera medida situaciones de superioridad numérica de los atacantes o limitaciones de oposición por parte de los defensores lograremos aplicar estos conceptos en el juego.
El arte de pasar el balón es una de las cosas más difíciles de enseñar en el mini básquet. Por eso, debemos permitir que nuestros jugadores y jugadoras experimenten estas situaciones desde la etapa de iniciación. Que exploren y se equivoquen, para poder corregirlos dentro de ambientes seguros de aprendizaje.
por Pablo Genga